‘Coleccionismo’ o la fiesta de la toma buena | Huelva24 | Toda la información y noticias de Huelva

2022-06-25 02:33:18 By : Mr. Carl SPO

Sábado, 25 de Junio de 2022

Actualizada Viernes, 24 de Junio de 2022 a las 23:33:20 horas

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“Ven a la fiesta de la luna llena / Verás malabaristas y pájaros mojados / Cuando los gatos suban a la antena / Arriba en el tejado”, canta Quique González . En lugar de eso hubo camisetas, pines, póster y pegatinas, photocall, cóctel, muchas risas y aplausos en la fiesta de estreno de ‘Coleccionismo’, cuya travesía comenzó en el Muelle de las Carabelas en la noche de este jueves. El segundo cortometraje de Marcos Gualda se estrenó con la satisfacción del trabajo bien hecho y una ovación por parte del público -mecenas, amigos y autoridades- que distrutaron casi como todo su equipo realizándolo, un auténtico ‘Dream Team’. El éxito de la ópera prima, ‘Las Américas’84', marca el camino y el deseo es iniciar la carrera a los Premios Goya con este nuevo 'hijo'.

Con Andalucía y Huelva Film Commission como madrinas de excepción, así como representantes de festivales como el Iberoamericano de Huelva y el de Islantilla, e instituciones como la Diputación de Huelva y el Ayuntamiento de la capital, el alumbramiento de 'Coleccionismo' dio calidez a una extrañamente fría noche de San Juan. Como frías fueron las jornadas de rodaje, como bien se encargó de recordar en su intervención la actriz Luisa Gavasa, alma viva del cortometraje. Con su simpatía natural y emotividad, recordó su primera llegada a Huelva de visita para amadrinar el Wofest Huelva, de la mano de Geles Fernández Montaño, y cómo ya no es una zaragozana residente en Madrid que 'turistea' en estas tierras, sino una enamorada de sus excelencias que se reencuentra con sus amigos. 

Otros compañeros de reparto estuvieron presentes con un video, como Víctor Ullate, Mariano Venancio, así como la cantaora Rocío Márquez, que realiza un cameo y canta el tema 'Corazón Silente', proyectado antes del corto para abrir boca. También dejó su mensaje por esta vía el músico Fernando Bazán, autor de la banda sonora, mientras que en carne y hueso derrochó simpatía Daniel Mantero, actor y concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Huelva. 

Autoridades como Piluca Querol (directora de Andalucía Film Commision), Juan Antonio García (vicepresente de Diputación), entre otros, ensalzaron al director, la obra y la importancia del cine y la apuesta por este arte en torno al que gira tanto. No estaba previsto que hablara, pero el presentador Rafael López (periodista de Onda Cero), y los vítores del público, empujar a hablar al director, que ya lucía a lo Santiago Segura -con mejor tipo- la camiseta de 'Coleccionismo' y no cabía en la chaqueta de satisfacción. Muy agradecido a todas las personas que han puesto dinero, cariño, ideas y trabajo de un modo u otro para que sea realidad un proyecto "lleno de vicisitudes", Gualda saboreó el momento, consciente del camino recorrido. Reconocimiento especial en ese punto para su equipo, con los que ha sufrido y disfrutado codo con codo en batallas nada irrelevantes para moldear un corto de 14 minutos y 20 segundos que se pasan volando y que acabaron con una sonora ovación y rostros sonrientes.

La historia no da lugar a la indiferencia y encierra más de lo que deja intuir su sipnosis. 'Coleccionismo' es una comedia negra que reflexiona sobre la compulsión consumista, el sentimiento religioso y la incapacidad de amar. Marita Carbone (Luisa Gavasa) es una anciana aristócrata en decadencia. Para paliar su soledad, colecciona cosas absurdas. Una tarde, dos mormones interrumpen la paz de su hogar, dando lugar a una serie de acontecimientos intrigantes. Encogerse, vibrar, sorprenderse… y sobre todo reírse fueron reacciones habituales en esta primera proyección.

El rodaje de ‘Coleccionismo’ ha sido ‘La fiesta de la toma buena’. Decía Daniel Mantero, actor onubense que encarna a uno de los mormones de esta historia, que en sus múltiples rodajes no había visto un entusiasmo similar al que se palpaba en éste, ya que los aplausos se desbordaban a cada momento, especialmente al conseguir una toma buena en una escena. En largas jornadas de esfuerzo físico y mental, esas pequeñas ovaciones contribuyeron a levantar el ánimo y reforzar la unión dentro de la familia formada para la ocasión, constante hasta la meta pero disfrutando de cada momento. 

Podría ser una mañana cualquiera, pero el sol se despereza tímido en diciembre. Da más calor el foco del Mundial de Bádminton sobre Huelva que los rayos del astro rey. Son tibios pero suficientes para realzar la belleza del Convento de la Luz, majestuoso testigo del gótico mudéjar de hace siete siglos. Ventanales y corredores se inundan de brillo y vida, también con los pasos cada vez más ajetrados del equipo de rodaje. Quién le ha cogido el ‘tranquillo’ a la máquina hace café, vuelan los dulces, y se activan las ideas para añadir fuerza a lo pergeñado por Gualda en su ocurrente mente creativa. 

Con curiosidad de gato se contempla cada palmo, escudriñando hasta el aire de cada estancia, aún con ecos de festín, baile festivo y noches de boda ¿Cómo brota la magia del cine? ¿Cómo es posible que los ojos sean guiados por historias como si estas hubieran nacido así y no construidas pieza a pieza? Tras esa percepción natural, la realidad es que es un trabajo de artesanía y paciencia, una sucesión de chispas adecuadas.

Una vez vista la trastienda el ‘shock’ es inevitable y ya nada será igual al contemplar cualquier película. Antes de decir que algo es una mierda se encenderá el recordatorio de valorar lo que implica armar todo ese puzzle. Frente a la nitidez del producto terminado mientras agarramos un puñado de palomitas está el mosaico formado por cables, cámaras, focos, micrófonos, ordenadores, montañas de papeles, rotuladores, percheros con ropa, maletines de maquillaje, incontables elementos de atrezzo en movimiento y un equipo humano cada uno de su padre y de su madre… De ese caos a los ojos del neófito surge la entropía, bien engarzada. Y nadie se hace un lío sin rectificar a tiempo, los nervios y el estrés se destilan como sonrisas, nadie quiere matar a nadie, la armonía se teje como en una banda de música. El secreto es un enorme trabajo, alimentado por pasión, vocación, ilusión y fe en que una idea sea una realidad fascinante. El horizonte común es el estreno, lejano entonces, y ha llegado ahora. La orquesta está afinada. 

¿Cómo un trabajo tan duro y minucioso puede ser una fiesta? Los horarios de un día ‘normal’ saltan por los aires. Se saluda y despide al sol de pie, se come a la hora que sea -pero bien rico-, y la entrega es absoluta con el objetivo de conquistar las máximas escenas posibles antes del atardecer. El tiempo es más que oro. Nada se queda al azar, pero lo inesperado siempre surge y puede revelarse de una forma mejor a la pensada. 

Buscar objetos como en un bazar persa, protagonizar mudanzas en un ‘tris’, calzar sillas, gritar ‘mi reino por un lápiz’, insistir en el peinado perfecto, dar con la laca, esculpir planos y planos, repetir y repetir con otro enfoque, no infligir el principio de continuidad, canalizar las ideas a borbotones, disfrutar del buen rollo… El alma del rodaje es como una ‘scape room’. Hay que buscar continuamente soluciones a situaciones que se presentan para continuar en el laberinto. Algunas se resuelven con veloz instinto y otras exigen profundos quebraderos de cabeza. Como bien es sabido, el orden de la historia nada tiene que ver con el de grabación y principios y finales, presentación, nudo y desenlace exigen la misma energía, pero cada una su intensidad, su consciencia del momento. 

La orquesta tiene su batuta. El director, Marcos Gualda, guarda más silencios de los esperados pero no deja de esbozar enigmáticos semblantes. Es casi imposible descifrar todo lo que le pasa por la cabeza. No pestañea cada vez que grita “acción”, como si sus atentos ojos fueran realmente los que graban, como desplegando un hechizo que impide que nada altere lo que debe ocurrir. Es puro gozo cada vez que se gana terreno al caos con una toma buena y su sonrisa se parece a la del Joker, a la de malo consciente de que el retorcido plan urdido está ocurriendo. 

No necesita que le expliquen mucho qué hacer a Luisa Gavasa, la actriz principal, que llena la escena con su presencia. Es un imán que deja a todos con la boca abierta, fascinados, enamorados. Llega con frío, con el cuerpo cortado por el recuerdo de Verónica Forqué. Pero más profesional que nadie se mete en faena con una facilidad pasmosa. La experiencia es un grado y su talento está muy en forma, puro brío. Es impresionante como es capaz de dejar a Luisa con el anorak, café en mano y las gafas puestas y ser Marita, levantando las cejas y dibujando una sonrisa mezcla de locura, candidez y arrebato. Sin ánimo de hacer ‘spoiler’, se presta a todo. A todo, todo. Y nos atragantamos al verla.

También tiene muchas tablas el sacerdote y amante de excepción Mariano Venancio, que construye personajes con temple y oficio, honestidad y coherencia. Su conexión con ‘La Gavasa’ es potente y juntos multiplican la carga emotiva de cada silencio, cada palabra y cada gesto. Como en toda fiesta, la sorpresa es Rocío Márquez. La cantaora de talla internacional, que ahora acumula halagos en neón con ‘Tercer Cielo’, no sólo canta el tema principal del corto, sino que hace un cameo que confirma que es una artista de los pies a la cabeza. El reto lingüístico les corresponde a los mormones ‘guiris’ Daniel Mantero y Victor Ullate, cuyo acento ya es motivo para sonreír. Estos Zipi y Zape dan la impresión de haber sido compañeros de pupitre en toda la etapa escolar y no haber abandonado aún esa época. Uno más listo, otro más tonto, cada uno tiene su momento estelar. El repertorio de gestos y expresiones conquistan, no tiene desperdicio. Y no aceptaron dobles para las escenas de riesgo.

Pero es que alrededor de ellos, más cerca de lo que parece al mirar la pantalla, hay un conjunto de seres patrullando para que no pase inadvertido ni el vuelo de una mosca. Jennifer, sonriente, suspira por una claqueta mientras golpea el rotulador contra la pizarra. Isaac no deja de buscar una vuelta de tuerca más en pro de la perfección. Lirian lo mismo monta un baratillo que un salón de postín y cuida cada detalle del fondo y la forma. Caren tiene más claro que nadie el esquema de la historia y disfruta cuando agarra la cámara antes de devolvérsela a Ignacio y Julio, cuyas batallitas de rodaje amenizan los tiempos muertos. Pascual no saben que la posición natural de los brazos es hacia abajo y es Atlas con el mundo sobre sus hombros, el mundo del sonido que absorbe su pértiga constante. Rocío y Patrizia visten, maquillan, peinan y miman a los personajes como a sus hijos, preparándolos para ir a colegio y recibiéndolos. La red de todos los trapecistas es Feli. Cuando ella aparece se instaura la felicidad.

Cae la noche y a pesar de todo hay más bromas que bostezos. El cansancio se hace más presente que el frío y las risa floja se extienda en los rostros. La complicidad sigue intacta. Lo de la familia no por ser un tópico es menos cierto. La cena sabe a gloria y los componentes del dream team se vuelven a barajar entre los asientos para seguir conociéndose y charlando, rememorando historias. Comentan momentos del rodaje que cuando suceden no se les puede sacar punta. El anecdotario es ingente, da para una colección. La fiesta continuará, quedan muchas lunas llenas.

Quien mejor que el director de ‘Coleccionismo’, Marcos Gualda, para dar unas pinceladas de cada uno de los miembros del ‘Dream Team’ que ha reunido, a los que ha contagiado su pasión por esta historia y le ha ofrecido a cambio lo mejor de cada uno. Aquí quedan sus perfiles:

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